Los secretos de la crisis de los misiles cubanos

Documentos rusos desclasificados en 2023, hacen dudar que la Operación Anadyr, para instalar cohetes nucleares en Cuba, fue impecablemente ejecutada, como aseguraron las autoridades soviéticas.

Una reseña de esos documentos, publicada por por Serguéi Rádchenko y Vladislav Zubok, en la revista Foreign Affairs, cuenta una historia plagada de errores.

Según los archivos desclasificados, Sergei Biryuzov, comandante de las Fuerzas de Misiles Estratégicos, llegó a Cuba el 29 de mayo de 1962, disfrazado de experto agrícola, y le expuso a Fidel Castro la propuesta de Nikita Khrushchev.

Los documentos expresan que cuando se presentó la propuesta, los ojos de Castro se iluminaron, y accepto los misiles soviéticos como una contribución cubana a la lucha contra el imperialismo estadounidense.

Biryuzov era un artillero con poco conocimiento sobre misiles y, a su regreso, le dijo a Khrushchev que los emplazamientos podían esconderse bajo las palmeras.

El error de las palmas reales

Pero siete semanas después Igor Statsenko, comandante de la división de misiles, constató que no había suficientes palmeras para ocultar los cohetes.

Statsenko y otros oficiales del equipo de reconocimiento plantearon que en las áreas seleccionadas las palmeras estaban a una distancia de 40 a 50 pies, y cubrían sólo la decimosexta parte del suelo. 

Sin embargo, ese informe nunca llegó a Kruschev, quien siguió creyendo que la operación permanecería en secreto hasta que los misiles estuvieran operativos. 

A finales de junio, Castro envió a Moscú a su hermano Raúl, entonces ministro de Defensa, para discutir un acuerdo de defensa que legitimaría los despliegues militares.

En esa entrevista Khrushchev prometió enviar una flotilla militar a Cuba, para demostrar la determinación soviética, y consideró que Kennedy no haría nada. 

Sin embargo, Kruschev quería mantener Anadyr en secreto, para que Estados Unidos no desbaratara sus planes, y el acuerdo militar soviético-cubano nunca fue publicado.


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De viaje al Caribe

Los altos oficiales soviéticos también ocultaron el verdadero propósito, y en los documentos oficiales, se referían a la operación como un  entrenamiento de rutina. 

El 7 de julio, el ministro de Defensa, Rodión Malinovsky, informó a Khrushchev que los misiles y  el Grupo de Fuerzas Soviéticas en Cuba estaban listos para partir, bajo el mando del general de caballería Issa Pliev. 

El viaje estuvo plagado de contratiempos. 

Cuando uno de los vuelos aterrizó en La Habana, nadie los esperaba, y deambularon en el aeropuerto durante tres horas, y otro fue desviado por mal tiempo a Nassau, Bahamas, donde turistas estadounidenses tomaron fotografías del avión soviético y sus pasajeros.

Del 21 al 25 de julio, los oficiales soviéticos, con uniformes del ejército cubano, y guardaespaldas personales de Castro inspeccionaron los sitios del despliegue de los cinco regimientos de misiles, en el oeste y centro de Cuba. 

A Statsenko, además de la escasez de palmeras, le preocupaba que el equipo soviético carecía de conocimientos básicos sobre Cuba, y ni siquiera tenían mapas.

Llegan los misiles

El calor y la humedad golpearon al equipo. Castro envió a oficiales para ayudar con las inspecciones, pero no había intérpretes, por lo que el equipo de reconocimiento tuvo que tomar un curso intensivo de español de unos pocos días.

La mayoría de las tropas navegaron en bodegas de barcos mercantes, muchos se enfermaron y algunos murieron, y sus cuerpos fueron lanzados al mar.

Los primeros seis misiles R-12 llegaron en el carguero Omsk el 9 de septiembre al puerto de Casilda, en el sur de Cuba; otros llegaron al Mariel, al oeste de La Habana. La descarga se hizo en secreto, entre las 12 de la noche y las 5 de la mañana.

Barcos militares soviéticos y buzos aseguraron la zona náutica. Todos con uniformes cubanos, y la prohibición categórica de hablar ruso.

Trescientos soldados cubanos y algunos “pescadores especialmente probados” fueron encargados de proteger los puertos de llegada de los misiles, mientras el ejército y la policía cubanos acordonaron las carreteras.

Como era imposible ocultar un sitio de lanzamiento de misiles R-14, en un lugar al oeste de La Habana, se presentó públicamente como “construcción de un centro de entrenamiento militar cubano”. 


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Secreto y retrasos

Sólo 14 funcionarios cubanos tuvieron una visión completa de la operación: Fidel, Raúl, Che Guevara , Pedro Luis Rodríguez, jefe de la inteligencia militar, y otros oficiales de alto rango. 

Alrededor de 42 mil militares soviéticos se instalaron en suelo cubano, donde construyeron plataformas para misiles nucleares, tripulaban los bombarderos y operaban misiles tierra-aire, aviones de combate y otras armas enviadas a la isla. 

El progreso de las construcciones fue más lento que lo previsto, por las condiciones tropicales. Los soldados dormían en casas de campaña empapadas, las temperaturas superaron los 100 grados Fahrenheit,  y los mosquitos cayeron sobre los regimientos.

Al instalarse, constataron que las palmeras, eran incapaces de ocultar los misiles. Entonces los camuflaron, pero las redes tenían el color del follaje de Rusia, y se desmarcaban claramente del paisaje.

El Estado Mayor soviético quería tener lista las plataformas de los R-12 el 1 de noviembre. Pero no pudieron. Los equipos de construcción para instalar los misiles R-14, llegaron un mes después, y algunas piezas de los R-12 con semanas de retraso. 

A mediados de octubre, ningún emplazamiento estaba listo y el más adelantado, cerca de Calabazar de Sagua, en el centro de Cuba, tenía problemas para establecer un enlace de radio confiable con La Habana. 

El vuelo del U2

Entonces no fué nada casual lo que pasó después. El 14 de octubre un avión de reconocimiento estadounidense U-2, sobrevoló algunas de las obras a 72 mil pies de altura y tomó fotos que fueron entregadas a John F. Kennedy dos días después. 

Aunque hubo propuestas de lanzar un ataque preventivo contra los sitios soviéticos en Cuba, una semana después John F. Kennedy anunció un bloqueo naval a la isla, para darle a Nikita tiempo para recapitular.

Finalmente Khrushchev capituló, y retiró los  cohetes a cambio de la promesa de Kennedy de no invadir la isla, y un acuerdo secreto para retirar los misiles estadounidenses nucleares de Turquía, lo que se ocultó a Fidel Castro.

Pero fueron 13 días en las que el mundo estuvo al borde de la Tercera Guerra Mundial, sobre todo cuando el 27 de octubre Castro pidió a Jruschov que lanzara un ataque nuclear preventivo contra Estados Unidos. 

Los historiadores son conscientes de esta petición desde hace mucho tiempo, pero gracias a los nuevos documentos, ahora sabemos más sobre lo que Khrushchev pensaba al respecto. 

“¿Qué es esto: una locura temporal o la falta de cerebro?”, dijo un enfurecido Jruschov, según un dictado desclasificado tomado por su secretaria.

El 28 de octubre anunció que desmantelaría los misiles.

Negociando el Armagedón

Según Foreign Affairs los documentos desclasificados muestran que el mecanismo de retroamilentación fue el talón de Aquiles de la operación.

Los líderes militares soviéticos, con poca experiencia en Cuba, se engañaron a sí mismos. 

La nueva evidencia muestra que los soviéticos menospreciaron la importancia de ocultar los misiles, aunque la estrategia de Kruschev se basó en que serían capaces de hacerlo. 

Si bien, varios expertos notaron que los misiles estarían expuestos a los sobrevuelos del los U-2, y lo informaron, no se tomaron medidas.

Finalmente, aunque Kruschov puso en peligro al planeta, mostró al final, tanta cautela como Kennedy, lo que condujo a una solución negociada para evitar lo que pudo haber sido la Tercera Guerra Mundial.

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