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Ciudad de Miami permite desarrollo en antiguo sitio Tequesta

Los arqueólogos de Miami descubrieron artefactos de 7,000 años de antigüedad en lo que consideran fue hace más de 1,000 años, una aldea indígena Tequesta, tribu que controló parte del sur de Florida hasta el siglo XVIII.

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Miami Circle, Prehistoria entre rascacielos

A la orilla de la Bahía de Biscayne, en la desembocadura del río Miami, un círculo de hierba rompe el paisaje dominado por condominios de lujo: el llamado Círculo de Miami (Miami Circle).

No muy lejos, en un pedestal sobre el puente de la Avenida Brickell, un arquero tequesta (o tekesta), acompañado de su familia, se prepara para lanzar su flecha prehistórica.

La existencia de este espacio verde parece un milagro en un lugar destinado a rascacielos, donde la tierra para las construcciones adquiere valores astronómicos.

Y realmente, el círculo guarda misterios de un pasado remoto, imperceptibles para muchos de los transeúntes que circulan por una de las zonas más apetecidas de la ciudad.

Aquí, según los expertos vivió hace unos 2000 años uno de los grupos que conforman las llamadas tribus históricas de Florida.

Centro ceremonial o vivienda de cacique

En este círculo, según los investigadores, existió una construcción circular, probablemente dedicada a centro ceremonial o vivienda de un cacique.

En sus 38 pies (21 metros) de diámetro se irguieron alguna vez los postes que sostuvieron la estructura.

De ello solo quedan los cortes circulares en la base de la roca que conforman el vestigio más antiguo de una construcción de este tipo en el sur de Estados Unidos.

Cuando los restos fueron descubiertos en 1998 provocaron una gran variedad de hipótesis sobre su origen.

Algunos llegaron a considerar el lugar una antigua base extraterrestre y otros le atribuyeron un origen taíno.

La primera teoría quedó confinada al mismo saco roto donde caen generalmente las alusiones a extraterrestres en fenómenos inexplicables.

La segunda fue desechada por los académicos ante la falta de pruebas arqueológicas, aunque algunos grupos que defienden la herencia indígena no la abandonan.

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Río Miami

Donde se une el río Miami con la bahía de Biscayne

De haberse confirmado el vínculo con los taínos (aruacos que poblaron islas del Caribe) habría quedado establecida la existencia de contactos prehispánicos entre esos grupos y los pobladores de Norteamérica.

Hasta hoy se acepta que los taínos llegaron desde América del Sur hasta las Bahamas, pero no existen pruebas de que pese a ser buenos navegantes hubiesen recorrido las pocas millas que separan esas islas de las costas de Florida.

Los estudiosos, finalmente, coincidieron en atribuir la construcción circular construida donde se une el río Miami con la bahía de Biscayne a los tequestas.

De cualquier modo el descubrimiento de las bases de esa estructura circular en 1998 dio un impulso considerable a los estudios arqueológicos de Florida.

Los tequestas probablemente se asentaron en estos terrenos luego que sus ancestros, hace unos 15 mil años, comenzaron a llegaron a Norteamérica desde Asia a través del estrecho de Bering.

Se considera que son los descendientes de aquello hombres prehistóricos que en su caminar se instalaron aquí después de recorrer unas 4,550 millas (7,320 kilómetros)

Tequestas, una federación de navegantes

El arqueólogo Rober Carr, investigador clave del Círculo de Miami, estima en su libro Digging Miami que el hombre habita La Florida desde hace 14 mil 500 años. Los tequestas, por su parte, se instalaron hace unos tres mil años.

Se trató de un grupo que a la llegada de los españoles formaban una especie de federación y dominaban gran parte de la parte sureste de Florida.

Según las evidencias fueron cazadores, recolectores, pescadores y talladores de madera.

Como resultado de la necesidad de aprovechar el entorno se convirtieron en hábiles navegantes. En las primeras crónicas de los europeos llegados a la región se describen canoas de hasta 16 remeros tequestas.

Al visitar hoy el Miami Circle, una tarja recuerda que en las cercanías se puede pescar todavía varias de las especies aprovechadas hace miles de años por los tequestas.

En sus canoas navegaban hasta los Everglades y pescaban róbalo, pámpano, palometa, trucha moteada, pargos, chernas, tiburones y tortugas marinas.

Todo ello está documentado en los restos de huesos y conchas encontrados en el lugar.

Su destino, como el de otras tribus históricas de la Florida, fue trágico.

Su desaparición se estima consecuencia de los ataques de grupos del norte armados por los británicos para cazar esclavos y socavar el poder español.

Algunos de los sobrevivientes fueron llevados a Cuba en el siglo XVIII cuando La Florida pasó a manos británicas y allí los historiadores pierden su rastro.

Los que quedaron en territorio norteamericano fueron asimilados por tribus como los seminoles.

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Círculo de Miami

Excavando el Miami Circle

En 1998 como resultado de uno de los grandes proyectos inmobiliarios de Brickell Point fue demolido un edificio en la década de los años 50 del siglo pasado para levantar un condominio.

El auge constructivo se unió en esta ocasión con la aplicación de reglamentos que establecen una revisión reglamentaria los arqueólogos.

Como resultado fueron hallados artefactos, huesos de animales y fragmentos de cerámica que les llevó a la conclusión de que allí hubo un asentamiento prehistórico.

Pero el punto culminante fue el descubrimiento de las excavaciones en la roca que evidentemente no eran de origen natural. Vistas desde el aire se podía observar un círculo casi perfecto.

Tras el descubrimiento grupos defensores de los valores culturales e históricos se movilizaron para preservar el espacio.

Finalmente debido a la presión social y las negociaciones,  las dos acres donde se encuentra el círculo fueron fue adquiridas por el Estado de la Florida y el condado de Miami Dade por 26.700,000 dólares.

Desde 2009 el espacio es administrado por el Museo Histórico del Sur de la Florida y cuando en 2010 se declaró Monumento Nacional fue abierto al público.

Familia_tequestaLa Familia Tequesta

La magia del lugar es resaltada por la imponente escultura de un arquero tequesta y su familia instalada sobre una columna en el puente de la Avenida Brickell.

El autor de la obra es el escultor cubano Manuel Carbonell ( Sancti Spiritus, Cuba, 1918-Miami, 2011)

La denominada Columna de la Historia de 16 metros de alto culmina con  la escultura La Familia Tequesta.

El monumento instalado en 1992 incluye la columna con 158 bajorrelieves sobre la historia de los tequestas.

La escultura de bronce ubicada en su punto más alto tiene 17 pies y representa a un arquero junto a su esposa y su hijo.

Abajo el enigmático círculo recuerda que en este lugar hace miles de años vivió un pueblo ahora perdido cuyos orígenes se pierden en la Prehistoria y su triste final todavía está por identificar.

Una Palabra / Fotos: Miguel Lozano (Pexels)

Museo del Indio Americano expone el legado taíno

Para quienes consideran que los taínos (pueblos de habla arahuaca) no se extinguieron en el Caribe o simplemente respaldan la re-valorización de su importancia en la formación de las naciones de la región existe una valiosa oportunidad poco común.

Desde el 28 de julio de 2018 hasta octubre de 2019 se podrá ver en el museo George Gustav Heye Center en Nueva York la exposición «Taíno: Patrimonio e identidad nativos en el Caribe», presentada por el Smithsonian’s National Museum of the American Indian y el Smithsonian Latino Center.

La muestra coincide con el auge de un movimiento que defiende la herencia indígena en las poblaciones de varios países del Caribe e incluso entre la diáspora de estas naciones, sobre todo en Estados Unidos.

Kevin Gover (Pawnee), director del Museo Nacional del Indígena Americano, consideró en nota de prensa que solo una décima parte de las poblaciones nativas quedaron en el Caribe en los años posteriores a la colonización: un increíble nivel de adversidad que subraya la importancia del movimiento taíno de hoy.

Gover estima que la exposición traza una historia oscura que evoluciona de forma inspiradora en un presente floreciente que no permitirá borrar  el legado taíno .

Por su parte Eduardo Díaz, director del Smithsonian Latino Center,  explicó que para su organización es importante superar el mito de la extinción y explorar el legado histórico y vivo de la indigenidad en el Caribe.

«Creemos que esta exhibición ofrecerá a los visitantes una nueva forma alternativa de mirar el Primer Contacto en las Américas, y las implicaciones que tienen hoy en día las culturas e identidades de las islas y sus comunidades diaspóricas en el continente. No puedo pensar en una historia estadounidense más importante u original para compartir», subrayó.

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Descendientes taínos en Cuba. Foto de Mark R. Harrington.

De acuerdo con los adelantos, la exposición «Taíno: Patrimonio e identidad nativos en el Caribe» comienza con una visión general de las culturas taínas antes del contacto europeo, con objetos emblemáticos vinculados a aspectos de su vida política y espiritual.

Una serie particularmente importante de objetos identificados en la exposición son representantes de cemís (dioses) elaborados en piedra, madera o algodón que eran utilizados en ceremonias para conectar con deidades, ancestros y fuerzas de la naturaleza.

Los puntos focales de la exhibición los constituyen 31 objetos de la colección del museo, 19 de los cuales datan del pre-contacto (alrededor de los años 800 a 1500).

Sus organizadores consideran que la exposición abrirá nuevos espacios para la conversación sobre la ascendencia e historia en el Caribe y explora temas como pruebas genéticas, historias familiares de ascendencia indígena y las raíces indígenas de las culturas rurales del Caribe.

La exposición concluye con fotografías y una discusión sobre la comunidad y activistas del movimiento taíno, como la Confederación Unida de Pueblos Taínos, que mantiene una presencia visible dentro del Foro Permanente de las Naciones Unidas para las Cuestiones Indígenas.

Ranald Woodaman, director de exhibiciones y programas públicos del Smithsonian Latino Center, es el curador de la exhibición.

 

Enigma: El petroglifo calusa de Cuba

¿Viajaron miembros de las desaparecidas tribus históricas de La Florida a Cuba antes de la llegada de Cristóbal Colón?

Esta es una línea de investigación abierta que tiene en contra la falta de pruebas arqueológicas y también el desgano para profundizar en algunas evidencias, quizás debido a la negación a priori por parte de algunos investigadores.

Uno de los pocos elementos en este contexto es la existencia en una caverna conocida como Cueva del Muñeco en cayo Ensenachos, en el norte de la provincia cubana de Villa Clara.

Se trata de un petroglifo antropomorfo que algunos especialistas consideran tiene sorprendentes similitudes con caretas hechas por los calusas, una de las desaparecidas tribus históricas de La Florida.

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Petroglifo de Cayo Ensenachos.  Foto: Cuba. Intercambios socioculturales
en el periodo aborigen con el Caribe.
Alfredo Pérez Carratalá y Gerardo Izquierdo. 

El controvertido petroglifo fue reportado por primera vez en 1941 por el estudioso cubano René Herrera Fritot, en una región donde se han hallado restos de cerámica tosca, sin decoraciones, atribuida a pobladores cubanos ocupados básicamente en la pesca y la recolección.

Relatos históricos establecen que fue una región largamente poblada por indígenas, por lo menos hasta 1703.

Allí se dedicaban al comercio de mariscos con los habitantes de la cercana Villa de San Juan de los Remedios, además de servir de vigías para avisar la llegada de piratas y enemigos de España.

Pruebas insuficientes.

Preguntado sobre el petroglifo de Cayo Ensenachos para el libro Cuba y Estados Unidos: Encuentros Cercanos, el etnógrafo y arqueólogo estadounidense William Marquardt  explicó que desestima el parecido de objetos como evidencia de contacto cultural a largo plazo.

Sin embargo el  experto en la cultura Calusa consideró posible que una embarcación de ese grupo haya llegado a Cuba, tal vez en un incidente aislado.

Marquardt, un reconocido académico, lleva la razón cuando considera insuficientes las pruebas para dar por terminada la polémica sobre los contactos precolombinos entre los primeros habitantes de la Florida y los de Cuba, otras islas del Caribe y/o Mesoamérica.

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Lo que si está documentado es que los últimos calusas puros tuvieron su destino final en Guanabacoa, una villa cercana a La Habana.

Hasta allí fueron llevados por los españoles junto a sobrevivientes de otras de las llamadas tribus históricas de La Florida, cuando este territorio pasó a poder de Inglaterra.

Calusas, tequestas y timucuas, entre otros, fueron instalados inicialmente en el pueblo indio de Guanabacoa, fundado en 1554.

Sin embargo, ante el hacinamiento provocado, varios de ellos fueron trasladados a otros puntos de la isla.

Enigma por resolver

Esta situación abre la opción a otra posible explicación del petroglifo de la Cueva del Muñeco, que pudo haber sido realizado por calusas inmigrantes o resultado de su influencia, pero ya en el período colonial.

Lo curioso es que, aunque los elementos a comparar están al alcance de la mano, no se ha realizado una investigación profunda y el petroglifo de cayo Ensenachos sigue siendo un elemento controvertido y polémico.

Uno de los tantos enigmas de los primeros pobladores americanos.

Para leer más: Contactos Tempranos: El hacha caribeña de la Florida

Cuba y la Florida: ¿Contacto prehispánico?

Cuando después de una tormentosa travesía de algo más de cinco semanas Cristóbal Colón arribó por primera vez a tierra del continente americano fue recibido por indígenas que desde el inicio asombraron al Gran Almirante por su capacidad marinera.

 Sobre esos primeros encuentros escribió en su diario de a bordo:

«Ellos vinieron a la nao con almadías, que son hechas del pie de un árbol, commo un barco luengo, y todo de un pedazo, y labrado muy a maravilla según la tierra, y grandes en que venían 40 ó 45 hombres, y otras más pequeñas, fasta aver dellas en que venía un solo hombre. Remavan con una pala commo de fomero, y anda a maraevilla; y si se le trastorna, luego se echan todos a nadar y la enderezan y vazían con calabazas que traen ellos.»

El relato, hecho por un observador privilegiado y con innegables cualidades de narrador, es la primera reseña histórica de las dotes de navegantes de los habitantes del Caribe.

Este es uno de los elementos en que se apoyan quienes estiman que la complicada historia de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos podría tener su génesis en un pasado remoto, incluso anterior a la llegada de Colón en 1492, los denominados encuentros prehispánicos, según hipótesis por demostrar.

Los partidarios de este enfoque se dividen entre defensores de la existencia de contactos esporádicos o de índole comercial, por un lado, y quienes consideran posible que en territorio norteamericano haya habido asentamientos  de migrantes de Cuba o el Caribe y viceversa.

Contactos en épocas tempranas

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Para leer más sobre el tema. disponible en Amazon

Los investigadores norteamericanos Knight Jr. y Worth, en un análisis sobre las similitudes de la cerámica de Cuba y el sudeste de la Florida, citan a nueve prestigiosos estudiosos que han reivindicado migraciones o contactos  prehispánicos entre las Antillas Mayores y el territorio continental norteamericano.

Esta relación parcial de académicos que ellos consideraron los más representativos incluye a  Fewkes (1904), Harrington (1921), Gower (1927), Lovén (1935), Stone (1939), Griffin (1943), Rouse (1949), Willey (1949) y Sears (1977) .

Si bien la hipótesis ha perdido popularidad entre los académicos, debido a las pocas pruebas arqueológicas, no puede serdescartada del todo y sigue siendo en ocasiones el mejor recurso para responder incógnitas sobre el pasado del hombre americano.

Algunos defensores de los encuentros tempranos parten del hecho aceptado que a la llegada de Colón este fue recibido en la isla Guanahaní, archipiélago de las Bahamas, por los taínos, como convencionalmente los historiadores denominan a la rama de los aruacos proveniente de la Amazonía que había poblado gran parte del Caribe.    

El término aruaco para identificar a la familia de lenguas de origen amazónico es utilizado por la mayoría de los estudiosos latinoamericanos, mientras la Real Academia Española de la lengua (RAE) prefiere “arahuaco” y en Estados Unidos se uitiliza “arawak” o “arawako”.

Buenos marineros

De cualquier modo, estos aruacos insulares, los llamados taínos, eran conocidos como buenos marineros que poseían enormes canoas según crónicas de la época y habrían podido llegar fácilmente al actual territorio estadounidense desde Bahamas, hoy a poco más de 50 millas.

El estudio de las corrientes marinas prehistóricas apuntala igualmente las teorías de los encuentros prehispánicos con pobladores de Cuba, otro archipiélago poblado también por esas tribus, a unas 90 millas de distancia.

Según el historiador Claudio Saunt el conocimiento previo del territorio norteamericano, mediante viajes frecuentes durante la época prehispánica, puede explicar la huída de los indígenas cubanos en búsqueda de refugio hacia territorio continental cuando comenzaron a sufrir los rigores de la colonización.

Fuentes como Escalante Fontaneda citan que en su primera expedición Juan Ponce de León encontró al menos un indio hispano hablante, lo cual se atribuye a la existencia de indígenas cubanos que habían escapado de los maltratos de los colonizadores en la isla.

Saunt recuerda al respecto que descendientes de estos inmigrantes fueron reportados todavía en 1560 viviendo en una ciudad bajo el dominio de la tribu Calusa.

¿De norte a sur o de sur a norte?

En este contexto, algunas hipótesis defienden una migración de sur a norte, desde Bahamas, Cuba o Mesoamérica, antes de que se formaran las llamada tribus históricas de la Florida como los Calusa, Timucua o Tequesta, estos últimos constructores del llamado Círculo de Miami de unos dos mil años de antigüedad.

En sentido contrario se incluyen los argumentos a favor de migraciones hacia el Caribe de pobladores de la Florida, donde se supone el hombre habita desde hace 14,500 años.

La posibilidad de esa migraciones es rebatida generalmente por el hecho de que las corrientes marinas facilitan el viaje de sur a norte, pero investigadores cubanos como Pérez Carratalá e Izquierdo recuerdan que es sabido que las técnicas para navegar contra la corriente son conocidas ancestralmente.

Las migraciones hacia el sur son también defendidas por otros estudiosos cubanos como Ortega Sastriques, Izquierdo Diaz, Jaimenez Salgado y López Almirall quienes agregan que en un momento el paso por el Canal Viejo de Bahamas para alcanzar la Cuba central era de apenas 20 kilómetros (12.42 millas) de aguas tranquilas.

El problema fundamental en esas hipótesis o teorías, en una u otra dirección, es la escasez de pruebas arqueológicas o referencias históricas para apoyarlas, un vacío que pudiera tener su explicación.

Evidencias bajo las aguas

Robert Carr, arqueólogo clave en el descubrimiento y clasificación del Círculo de Miami, explica en Digging Miami que -por diversas razones- el estudio arqueológico de la Florida es relativamente nuevo.

Salvo algunos casos anteriores considerá que tomó fuerza realmente en la década de los años 80 del siglo XX.

Entre los motivos por los que Carr explica esta tardanza está la lejanía del territorio, al cual el ferrocarril sólo llegó en 1896 y la destrucción de muchos sitios prehistóricos de la costa de Miami por el primer auge constructivo de 1896 a 1925.

Además considera que aunque la Universidad de la Florida fue establecida en 1926, el sudeste del estado solo tuvo su primera universidad estatal en los años 60 del siglo XX y para entonces los proyectos arqueológicos se situaban a corta distancia de estos centro académicos.

Asimismo importantes zonas de lo que eran hace miles de años territorios costeros de la Florida, punto lógico de partida o desembarco de los posibles viajes, se encuentran cubiertas por las aguas resultado de la elevación del nivel del mar.

Una zona de silencio arqueológico

En esos puntos pudieron haber quedado sumergidos elementos para avalar asentamientos o viajes esporádicos y aclarar incógnitas que hoy preocupan a los investigadores.

Saunt atribuye también la existencia de esta zona de silencio arqueológico sobre la escala y frecuencia de los encuentros.

En parte considera que ello se debe a que los objetos hechos de materia orgánica se desintegran rápidamente en la región de la Florida, por su clima húmedo y suelos ácidos.

Las hipótesis sobre el contacto prehispánico entre pobladores de Cuba y el territorio actual de Estados Unidos tienen como base la capacidad y tecnología de navegación de los indígenas y  el patrón de las corrientes marinas de la región, además de la corta distancia entre ambos territorios.

La arqueología todavía no ha dicho la última palabra.

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Los indígenas norteamericanos de Cuba

Como otros pueblos indígenas norteamericanos, las tribus prehispánicas de La Florida tuvieron un fin dramático, que para algunos estudiosos concluyó con la extinción.

Pero según evidencias históricas sus trazas genéticas podrían todavía identificarse en Cuba, unas 90 millas al sur.

Según John E. Worth, un antropólogo especializado en la era del dominio colonial europeo en el sudeste de Estados Unidos, esta conexión, apenas estudiada, podría llevar a identificar vínculos genealógicos de los cubanos con tribus del sudeste norteamericano.

Worth y otros investigadores, entre ellos el arqueólogo Robert Carr, de The Archaeological and Historical Conservancy, identificaron varias emigraciones de indígenas norteamericanos a Cuba de tribus que hoy se consideran extinguidas en Estados Unidos.

(1513) El primer traslado documentado de indios norteamericanos a La Habana se remonta a 1513.

Ese año, cuando Juan Ponce de León, quien tomó posesión de La Florida a nombre de la Corona española, llevó algunos indígenas a Cuba al regreso de su expedición que utilizó luego como guías e intérpretes.

Asimismo se reportaron traslados a La Habana de grupos de indígenas norteamericanos que se rebelaron contra el dominio español para ser encarcelados o juzgados

Otros embarques de indígenas a La Habana.

(1688) Varias familias Calusa fueron llevadas a La Habana y ubicadas en la región de la fortaleza de La Cabaña. Esta emigración formó parte de los procedimientos utilizados por los españoles para la cristianización de los indios y en opinión de Worth sentó un precedente en la historia de los indios del sureste de Florida en Cuba.

(1704) Carr asegura en su libro Digging Miami que la razón de la emigración registrada en 1704 fue el asedio a los indígenas de los cayos de La Florida por los Creek llegados de Georgia (predecesores de las tribus seminole, aliados de los británicos)

(1711) El mayor traslado identificado hasta ahora. El obispo de La Habana Gerónimo Valdéz envió dos barcos a los cayos para recoger a indígenas aliados de España que se encontraban sitiados, en su mayoría remanentes de los Tequesta, Calusa y otras tribus de La Florida.

Datos recogidos por Carr y otros estudioso indican que aunque había espacio para unos 270 refugiados en las dos embarcaciones, al lugar del embarque se presentaron unos dos mil indios.

Finalmente los puestos disponibles fueron otorgados a las élites tribales, incluyendo a jefes Jove, Maiyami, Concha, Musepa y Río Seco.

De acuerdo con John Gogging, uno de los primeros investigadores del tema, en 1716 o 1718 unos 200 de esos indígenas regresaron para reunirse con los remanentes indios de La Florida, calculados entonces en seis mil.

Los tequestas cubanos

En Cuba, según Worth, los sobrevivientes fueron distribuidos entre varias familias de La Habana y la Bahía de Jagua, en el centro de la isla.

Worth estableció que todavían en 1730 varios sobrevivientes permanecían en lugares cercanos a La Habana.

El sacristán de la parroquia de Guanabacoa Don Cristóbal de Zayas Bazán fue designado por el obispado para catequizar a los indígenas.

Los registros citados por el investigador establecen que una mujer Calusa bautizada como Leonor de Sayas -tal vez en homenaje a la madre de Cristóbal de Sayas- dio a luz dos hijas de padre desconocido: (María Antonia) en 1729 y (María Casilda) en 1731.

(1732-1938) Tras una misión fallida en 1732, debido a la negativa de los indígenas a viajar ante los rumores de que los adultos serían separados de los menores al llegar a Cuba, Worth identificó el envío de unas 11 familias en 1938 .

(1760) En el contexto de la guerra entre británicos y españoles, un ataque de los Creek registrado el 17 de mayo de 1760 obligó a emigrar a unos 60 o 70 de los indios que sobrevivían en los cayos de La Florida.

Fueron asentados en La Cabaña a la espera de ser devueltos a una guarnición en Miami, algo que nunca sucedió, según cita Worth en su obra A History of Southeastern Indians in Cuba, 1513-1823.

En ese texto hace referencia al informe del abad Francisco María Barberi al Gobernador de Cuba relativo a los indios de los cayos.

(1761) Otro grupo tequesta embarcó hacia La Habana, esta vez debido a la persecución de los Uchise, también aliados de los británicos, que los obligaron a abandonar sus poblados cercanos al río Miami.

(1763) Con el fin del dominio español sobre la Florida varios grupos indígenas aliados fueron a Cuba como exiliados, entre ellos los que Worth considera los últimos Timucua de sangre pura, junto a miembros de otras tribu como los Calusa, Guale y Yamasseey.

En cuanto a los Tequesta, en opinión de Carr, sus descendientes en Cuba se mezclaron con la población y los que quedaron en La Florida, considerados «indios españoles», fueron absorbidos por los Seminoles.

La careta calusa de Villa Clara

Pese a las evidencias históricas, sin embargo, existen pocas investigaciones sobre este tema tanto del lado cubano como del norteamericano.

Una de las pocas referencias sobre la presencia de indígenas de la Florida en Cuba fuera de su asentamiento en Guanabacoa se encuentra en un sitio reportado en 1941 por el doctor René Herrera Fritot.

Se trata de la Cueva del Muñeco en Cayo Ensenachos, al norte de la provincia de Villa Clara, donde se halló un petroglifo de origen muy controvertido.

Entre los estudiosos cubanos que han abordado el tema, los antropólogos cubanos Alfredo Pérez Carratalá y Gerardo Izquierdo (1) señalan que se trata de una manifestación parietal realizada con una técnica y un estilo diferentes a los empleados por los grupos aborígenes cubanos.

Un elemento curioso es que presenta un asombroso parecido con caretas calusas confeccionadas en madera, un misterio que podría ser explicado, entre otros, con mayores estudios sobre el destino final de los indígenas de la Florida exiliados en Cuba

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1) Intercambios socioculturales en el periodo aborigen con el Caribe. Alfredo PÉREZ CARRATALA* y Gerardo IZQUIERDO DÍAZ**
*Universidad Central de Las Villas. **Instituto Cubano de Antropología, Cuba. http://www.cubaarqueologica.org/document/ra3n2.pdf

Indocubanos, los olvidados del palenque

Pese a la definición que identifica en Cuba y otros países  los palenques (comunidades de cimarrones o rebeldes) casi exclusivamente con los esclavos africanos las evidencias apuntan hacia una participación significativa de los indígenas, al menos en sus inicios.

En 1503 el entonces gobernador de La Española Nicolás de Ovando informó a la Corona que taínos y africanos con frecuencia se escaparon juntos, utilizando el conocimiento del campo de los aborígenes “para sobrevivir y evadir las patrullas españolas». (1)

La existencia de los palenques indígenas en Cuba de hasta 300 o 400 integrantes fue confirmada a la corona española por el adelantado y explorador Lucas Vasquez de Ayllón, enviado a Cuba en 1520, aunque existen referencias de alzamientos de indocubanos desde mucho antes.

El silencio en torno a este y otros hechos vinculados al aporte indígena a la cubanía no es único, pese a la persistencia de los elementos indocubanos en el lenguaje, la gastronomía, la toponimia y otras expresiones culturales.

El bohío (casa de tabla y ramas de palma), el casabe (torta hecha de yuca), palabras como cabuya (soga) y denominaciones geográficas como Güaimaro o Guamá, son pequeñas muestras de una herencia cultural que sobrevive sin que los cubanos tengan muchas veces conciencia de su procedencia y en gran medida mezcladas con legados de otros orígenes que conforman la nacionalidad.

Pervivencia de lo autóctono

Evidencias arqueológicas muestran que luego de la concentración de aborígenes en los llamados pueblos de indios como Nuestra Señora de la Asunción de Guanabacoa – desde 1554 – algunos utilizaron la alfarerería como medio de vida, partiendo de la tradición indígena y también la aportada por los africanos traídos como esclavos.

Investigadores como la arqueóloga Lisette Roura (2) resaltan que las referencias documentales de los indígenas y sus descendientes se evidencian aún en la primera mitad del siglo XVIII en la villa San Cristóbal de La Habana y no solo en Guanabacoa, donde fueron concentrados.

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Vasija aborigen incisa en el borde, hallada en las excavaciones en el antiguo Convento de San Francisco de Asís en La Habana. (Foto tomada del sitio web del Grupo Kaweiro)

La especialista considera esto una demostración de «la convivencia entre europeos, africanos y aborígenes, y la pervivencia del menaje cultural autóctono, independientemente de las tecnologías importadas desde Europa».

Roura indicó que en la generalidad de los recipientes se mantuvo la forma circular –en muchos casos de tamaños mayores que las prehispánicas–, el fondo convexo, algunas asas de cornamusa y la ocasional presencia de decoración incisa en el borde para indicar su origen.

Es curioso en este contexto observar como la artesanía cubana se centra hoy casi exclusivamente en las tradiciones de origen africano, obviando el legado aborigen, pese a las evidencias arqueológicas que demuestran la elaboración de piezas de piedras y hueso talladas, la utilización de conchas, utensilios de madera (cazuelas y bastones) y de la cerámica, si bien muy por debajo del nivel de otras culturas indígenas del continente.

Así y todo, estudiosos como Ismael Sarmiento Ramírez consideran lastimosa la ausencia de una producción artesanal con la impronta de las culturas aborígenes (3).

Una justificación que pudiera esgrimirse es la ausencia de comunidades significativas indígenas en Cuba, contrario a lo que sucede en otras naciones de la región como Bolivia o México, donde la artesanía de los aborígenes tiene un peso significativo.

El mercado artesanal

Sin embargo, también existen ejemplos como República Dominicana, donde la población con conciencia aborigen fue prácticamente extinguida, pero su herencia cultural es visible en un grado mucho mayor que en Cuba, sobre todo en el mercado artesanal.

Ante consideraciones sobre lo que algunos ven como un excesivo mercantilismo de estas manifestaciones, le pregunté en una ocasión al antropólogo venezolano Esteban Emilio Mosonyi si los enfoques comerciales dirigidos al turismo apoyan o enrarecen la recuperación cultural.

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Para Mosonyi hay procesos que nacen contaminados pero basta que un porcentaje significativo eche raíces con esas ideas para que se reproduzcan manifestaciones no puramente comerciales, más sinceras y vinculadas al interés colectivo. (Foto: M.L.)

Según su opinión, «para que haya actualmente el turismo social y cultural, tuvo que haber antes un turismo mercantilista. Yo defiendo mucho los procesos, aunque comiencen contaminados. Si estamos buscando al ser humano puro, virtudes excelsas en todas sus manifestaciones, a lo mejor estamos hablando de una abstracción que históricamente no existe».

Solo una mirada a las numerosas piezas arqueológicas y las pinturas rupestres de los aborígenes hace parecer factible la recuperación o aprovechamiento de una artesanía indígena.

Aunque estuviera contaminada de mercantilismo, la inspiración aborigen en la artesanía -como en otras manifestaciones- pudiera constituir un aporte a la revalorización de la herencia cultural indocubana, hasta ahora limitada al ámbito de algunos pocos estudiosos.

Notas:

1. Extinción : Ideologías contra Indigenismo en el Caribe. Forte , Maximilian C.

2.  Acercamiento a los procesos sociohistóricos vinculados con la descendencia aborigen en La Habana colonial. Lisette Roura Álvarez. Boletín del Archivo Nacional, enero-diciembre 2014. La Habana (http://www.grupokaweiro.hol.es/index.php/144-art-acercamiento-procesos-sociohistoricos-descendencia-aborigen-habana-colonial-es )

3. La artesanía popular tradicional cubana: del legado aborigen al utillaje mambí. Estudios de historia social y económica de América, 1996, n.13, p. 487-519. ISSN 0214-2236

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Gran Cemí, el próximo repatriado cubano?

El Gran Cemí de Patana es una de las más importantes piezas arqueológicas halladas hasta el momento en Cuba.

El ídolo se encuentra en territorio norteamericano desde 1915, cuando fue fue llevado por el arqueólogo Mark R. Harrington, quien lo descubrió en la cueva de Patana, provincia de Guantánamo.

Se trata de uno de los mayores petroglifos precolombinos de la isla, que según Harrington tenía 1.22 metros de altura. Fue tallado en una estalagmita presumiblemente por los taínos, habitantes del oriente del país a la llegada de Cristóbal Colón.

Los investigadores consideran que pudo haber sido venerado como una deidad. Actualmente es parte de los fondos del Museo Nacional del Indio Americano, aunque nunca ha sido exhibido.

En noviembre de 2016 la directora de relaciones públicas de esa institución, Eileen Maxwell, dio una noticia que llenó de esperanzas a académicos y otros interesados en el rescate de la cultura indígena cubana.

Maxwell dijo entonces a Hillary Gulle de  Smithsonian Magazine  que representantes del museo y de instituciones cubanas conversaban sobre el regreso del ídolo a la isla.

“We anticipate receiving a formal repatriation request in due course.”, expresó entonces Maxwell.

Pero más nada se ha sabido del tema desde entonces por parte de voceros del Smithsonian ni de instituciones cubanas.

Harrington y el petroglifo de Patana

Ya el Smithsonian repatrió a Cuba en 2002 fragmentos de huesos de siete aborígenes taínos también llevados al territorio norteamericano por Harrington como éste hizo con el Gran Cemí y otros cinco mil objetos.

La devolución fue realizada en cumplimiento de una ley federal de Estados Unidos que determinó la entrega de todos los restos humanos a sus descendientes en ese país.

A partir de ello el Museo del Indio Americano decidió luego expandir su alcance a todas las naciones del continente.

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En el caso del Gran Cemí prima una valoración benévola de estudiosos como Alejandro Hartman, historiador de Baracoa, la Villa Primada de Cuba.

En entrevista con el autor, Hartman sostuvo que aunque Harrington cortó el petroglifo y lo llevó a Estados Unidos, no fue un depredador.

Al respecto explicó que miles de piezas sacadas por ese investigador se conservan en el Museo del Indio Americano.

Asimismo recordó que Harrington sacó las piezas en embarcaciones desde Baracoa hacia Nueva York con autorización de las autoridades de la época.

El arqueólogo estadounidense realizó su expedición a Cuba por cuenta del coleccionista George Gustav Heye, fundador y director del Museo del Indio Americano.

Según el historiador cubano Felipe Pérez Cruz, Harrington donó varias de las piezas halladas al Museo Antropológico Doctor Luis Montané de la Universidad de La Habana.

Valor arqueológico y espiritual

En su obra Los Indoamericanos en Cuba. Estudios abiertos al presente Pérez Cruz  explicó que en una visita al Centro de Estudios Culturales de Maryland, que custodia fondos del Museo del Indio Americano, comprobó el estado de preservación del ídolo.

Precisó que esa institución conserva el 60 por ciento del frente principal del Cemí y dos de los cuatro cortes que se realizaron al anverso de la estalagmita.

Su altura actual es de 0,75 centímetros. La diferencia con lo que reflejó Harrington de su hallazgo se debe a que dejó una porción de la base sin cortar en su lugar original.

Por su parte Hartman -como otros expertos- atribuye al ídolo un alto valor arqueológico como representación de una deidad adorada por los indocubanos.

Era el concepto de respeto espiritual, de aquellas creencias de la época y de todo lo que representaba para ellos, considera el historiador

La cueva de Patana

En su estudio El Enigma de los petroglifos aborígenes de Cuba y el Caribe Insular, Jose B. González y Racso Fernández, estiman que la cueva de Patana, donde fue hallado el Gran Cemí, fue un centro ceremonial. creado, probablemente,  por pobladores de Cuba llegados de La Española (República Dominica y Haití)

Estudios realizados en 1947 por el sabio cubano Fernando Ortiz vinculan la deidad con las figuras «llora-lluvias» halladas en restos de cerámica.

Esas tesis es reforzada por la existencia en la figura de una especie de cintillo, atributo de otros dioses «llorones». González y Fernández aseguran, por su parte, que se trata de una representación del dios de la lluvia Boinayel.

Ellos parten para esta interpretación de una descripción de Harrington según la cual «se distinguen los ojos, de los cuales penden pequeñas lágrimas que reposan sobre las mejillas».

Gran Cemi 300x200Según Harrington, la figura estaba ubicada de forma que parecía mirar al Este «de tal manera que a cierta hora de la mañana, por lo menos durante nuestra estancia en junio y julio, un rayo de sol penetrando por una hendidura caía de lleno sobre su rostro».

Fernández y González llaman la atención que la imagen fuera esculpida en la cara de la estalagmita que daba al Este y permitía su iluminación durante el Solsticio de verano, cuando el sol alcanza su máxima distancia del Ecuador (21 y 22 de junio).

Está de más advertir que es una fecha importante para los pueblos agrícolas, pues marca el inicio de las lluvias.

Este y otros elementos dan una característica muy particular al ídolo, cuyo retorno podría ser valioso para los esfuerzos por revalorizar la herencia indígena.

Realmente se trata de un elemento importante de la Cultura indígena, que realizó aportes considerables a la formación de la nacionalidad cubana.

La impronta indígena es notable en la toponimia y se aprecia también en costumbres y el lenguaje en una dimensión mayor de lo que se reconoce habitualmente.

Para muchos investigadores, la vuelta del ídolo a la isla representaría un fortalecimiento de la identidad cubana. Sin embargo, la falta de noticias sobre esa posibilidad indica que el regreso del ídolo deberá seguir esperando.

 

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